Desde
el comienzo de la historia, los Seres Humanos han reflexionado y discutido
sobre la naturaleza humana, se preguntaban: ¿Quiénes somos?, ¿De dónde vienen
nuestros pensamientos?, ¿Y nuestros sentimientos?, ¿Y nuestras acciones?, ¿Cómo
podemos entender a los que nos rodean? Gracias a estas preguntas, se ha llegado
a una ciencia que intenta describir y explicar cómo pensamos, sentimos y
actuamos.
Se
comenzó a dar respuesta a estas preguntas hace mucho tiempo en los escritos
antiguos de la Indica con Buda, en China con Confucio o en el Israel antiguo
con las escrituras hebreas, donde se anticiparon a la filosofía actual al
relacionar mente y la emoción con el cuerpo.
Algo
muy distinto de lo que afirmaba Platón (427 a. C – 347 a. c) acerca de Sócrates
(470 a. C. – 399 a. C) que pensaba que mente y cuerpo eran diferentes, es
decir, que la mente era separable del cuerpo y seguía viva tras la muerte,
considerando que ya nacemos con el conocimiento. Para el alumno de Platón,
Aristóteles, el alma no podía separarse del cuerpo y lo mismo se debe sostener
respecto de partes específicas del alma y que el conocimiento se construye a
partir de las experiencias acumuladas en nuestros recuerdos, es decir, que el
conocimiento no es preexistente.
Aristóteles
(384 a. C – 322 a. C.) estaba equivocado en muchas cosas, pero en otras tenía
razón como cuando decía que los acontecimientos vividos en condiciones de
emoción fuerte se rememoran mejor que los sucesos carentes de emoción, nosotros
evocamos recuerdos mediante una red de asociaciones entre nuestras experiencias
almacenadas.
Después
de Aristóteles, los 2000 años siguientes no lograron ofrecer nuevas ideas
acerca de la naturaleza humana por la ausencia de indagación, hasta que llegó
San Agustín (354 – 430 d.C.) quien se investigaba a sí mismo, su memoria y
mente y describió en qué forma el estado del cuerpo influye sobre la mente y
cómo la mente influye en el cuerpo.
Aparecieron
nuevas teorías de la conducta humana 1200 años después con René Descartes (1595
– 1650) quien se manifestó de acuerdo con Sócrates y Platón ya que pensaba en
la existencia de las ideas innatas y de que la mente era diferente del cuerpo
pudiendo sobrevivir a la muerte.
Mientras
tanto en Gran Bretaña, con Francis Bacon (1561 – 1626), llega una forma más
práctica, centrada en el experimento, la experiencia y el sentido común dentro
de la ciencia. Se convirtió en uno de los fundadores de la ciencia moderna y su
influencia persiste en experimentos de la psicología actual. Unos 50 años
después aparece John Locke (1632 – 1794), filósofo político británico que
escribió “Ensayo sobre el entendimiento
humano” en el que presentó su famoso argumento de que la mente al nacer es
una pizarra en blanco sobre la cual se escribe la experiencia. Con esta idea se
dejaba de lado la idea presentada por Platón y Descartes de que el conocimiento
es innato. Esta idea junto a la de Bacon, ayudó a formar el empirismo moderno,
donde el conocimiento se origina sobre la base de la experiencia y que la
ciencia debe apoyarse en la observación y la experimentación.
Si
hacemos un breve repaso, aquellos que pensaban que la mente y el cuerpo estaban
conectados eran los hebreos, Aristóteles y San Agustín; al contrario que
Sócrates, Platón y Descartes quienes creían que eran diferentes. Sócrates y
Platón además creían que algunas ideas eran innatas y Aristóteles y Locke que
la mente era una página en blanco.
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